A Gila le tocó vivir la guerra cuando peor le venía. Apenas era un chaval cuando cogió un fusil y en el peor momento de su tragedia incluso le fusilaron; aunque como él mismo ha dicho muchas veces, le fusilaron mal.
No tenía ni idea de que se había hecho una peli sobre Gila. Es una pena que no se publiciten mejor estas cosas o que yo esté perdiendo mi tiempo y mi atención en otras, pero en cuanto me he enterado, he ido corriendo a buscarla y le he dado al play.
Apena llevaba unos minutos de la cinta, y ya estaba con la lagrimilla asomando. Y es que ustedes me van a perdonar, pero Gila es mi debilidad. La ternura, la elegancia, la elocuencia y la inteligencia que siempre desprendió este señor son dignas de admirar, y si encima le sumas la valentía de poder hacer humor de algo tan dramático y doloroso, ya acaban doliéndote las manos de tanto aplaudir.
Decía Gila que su padre siempre decía que no hay nada de lo que no pudiéramos reírnos. Es quizá este el punto de partida perfecto con el que se crea el humor moderno, del cual, obviamente, Gila es (y siempre será) su padre. Pero si ya te atreves a reírte de tu propia experiencia en el campo de batalla, pasas directamente pasas a ser un genio. Y si por el camino lo haces para que los de un bando y otro se unan (aunque solo sea por unos minutos) entre risas y aplausos, pues pasas a hacer HISTORIA.
La peli comienza en el 36 estallando el conflicto con un joven Gila que se “apunta mal a la guerra”. Y cuando quiere darse cuenta ya está perdido en ella. Es entonces cuando acompañamos a nuestro querido Miguel a lo largo de una historia que no es ni política (cosa que no habría costado nada), ni dramática, sino todo lo contrario. La ternura que desprende este personaje buscando un poquito de comedia en cada difícil momento de aquella puta guerra, te acabará robando más de una lágrima.
Bien es cierto que no habría sido lo mismo sin la actuación de Óscar Lasarte. Vas a flipar cuando lo veas. Quizá le habría faltado un poquito más hacer el payaso con aquellos pequeños gestos que caracterizaban a Gila, pero esta carencia se suple con creces al haber conseguido el tono y la cadencia perfecta de la voz del propio cómico. Y es que es acojonante lo bien que la imita. Pero lo mejor es que sin parecerse, sin exagerar y sin necesidad de copiar a Gila, lo que consigue el actor (siempre acompañado de la buena dirección) es transmitirnos su elocuente humor y su curiosa forma de ver la vida. Y este es, sin duda, el gran acierto de la peli.
No esperes un biopic al uso. De hecho, creo que muchos biopics españoles (véase la peli de Eugenio) pecan de romantizar mucho y contar poco. Y quizá a esta peli le pase lo mismo, porque cuando te apetece que te cuente toda su vida, como por ejemplo su exilio a Argentina y cómo se forjó en los escenarios de allí (porque de haberse quedado en España le habrían pegado un tiro en la cabeza), o su incursión en el cine, o la caída del régimen, o su vuelta a España y sus últimos años en la cumbre de la comedia española; pues lo que hace la peli es contar deprisa y corriendo una breve etapa de su vida que, al final, sabe a poco. Pero bueno, creo que acaba valiendo la pena ver la peli, aunque sea por recordar al maestro y porque, esto sí que sí, nos cuentan su famoso fusilamiento fallido.
Poco más que contar sobre la peli. ¿Tienes que verla? Claro que sí. ¿Es increíblemente perfecta? No, pero al menos recordarás al mejor cómico de nuestra historia con una sonrisilla en la boca todo el tiempo.
“Hacen falta más idiotas como usted.”
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