Star Wars no es Star Wars sin un tipo verde de fondo gruñedo “bajinga, ooga tooga”, fumando hookah y bebiendo un cubata azul en una cantina. ¿Dónde están los aliens? ¿Es Tony Gilroy un supremacista humano?
Vale, vale, a lo mejor eso ha sido demasiado reduccionista. Pero de todos modos, Andor me deja un regusto amargo: no siento que esté viendo Star Wars. En ningún momento. Ni siquiera cuando el protagonista se carga a unos cuantos storm troopers en un hangar con un caza TIE Avenger. Si cambiara el diseño del caza por el de cualquier otra nave, esto podría pertenecer a una misión del Flight Simulator. Y diréis: «bueno, y si mi abuela tuviese ruedas, sería una bicicleta, ¿no?»
No me antagonicéis tan deprisa. La serie es de calidad. Se nota que hay mucho presupuesto detrás, que está hecha por gente inteligente que quería contar una historia de espionaje en mitad de la Guerra Fría y que se han tenido que conformar con el periodo de entreguerras del Imperio Galáctico. Visualmente es impecable: escenarios reales, profunidad en los planos y un diseño de vestuario que deja temblando al equipo de La Acólita. El nivel de producción está muy por encima de otras series de la franquicia y, desde luego, a años luz de las producciones live action de Filoni, que abusa del Volume, esa técnica que genera escenarios tridimensionales sin necesidad de una pantalla verde y que después de un rato empieza a oler a barato.
Me gusta lo que propone como thriller político, con diálogos densos, escenas llenas de matices y esa atmósfera de espionaje vintage. El problema es que, aunque funciona como historia independiente, no encaja en el universo al que dice pertenecer.
No-es-Star-Wars.
Uno de los grandes ejemplos es el personaje de Krennic. En Rogue One funcionaba como cabecilla de la Estrella de la Muerte porque era despiadado y te lo dejaban bien claro en cada escena: ejecutaba científicos a sangre fría, no dudaba en traicionar a viejos amigos y tenía el estómago suficiente para ir a Mustafar a pedirle disculpas a Vader por cargarse sin querer al ingeniero jefe de su arma de destrucción masiva. Ahí se entendía su papel como antagonista, un animal ambicioso, envidioso, sibilino y cruel.
Pero ahora… ¿qué pinta Krennic liderando un equipo de consultores que planean la reubicación forzosa de una comunidad textil para extraer minerales? ¿Desde cuándo un villano imperial se convierte en gestor de proyectos extractivistas? ¿Dónde queda el miedo, la amenaza, el poder? ¿Por qué esta serie, en lugar de mostrarme la chispa que enciende la mecha de la Rebelión, se pasa medio capítulo en una sala de juntas de los setenta, con paneles de madera en las paredes y ubicada en un chalet alpino, para enseñarnos unas diapositivas de la industria textil del siglo XIX?
Que sí, Tony Gilroy, que sí, que querías contar tu Jason Bourne en plena crisis de los misiles y que la atención al lore de la franquicia te la trae floja. Detalles como este saltan a la vista constantemente. Por ejemplo, en la primera temporada: ¿Por qué en la prisión de Narkina 5 no hay alienígenas? ¿Por qué los presos son humanos? El Imperio es un régimen fascista con políticas pro-humanas surgidas de la idea de que los humanos son originarios del planeta capital, Coruscant, y que su diáspora por toda la galaxia fue la semilla que dio origen a la República. Es una forma de justificar la hegemonía humana en el nuevo orden imperial. Los alienígenas como Thrawn son solo el brazo útil de Palpatine, demuestran una lealtad fanática a los ideales del Imperio y poseen habilidades casi eugenésicas.
En un universo tan diverso, la omisión de mano de obra alienígena no es casual en Narkina 5. Es porque los escritores no quisieron complicarse demasiado la vida, porque la prioridad no es construir sobre el canon, sino contar una historia “seria” usando las piezas del universo como meros decorados. Star Wars es el telón de fondo reconocible para asegurarse unos números de audiencia decentes.
Eternas conversaciones sobre transferencias bancarias y consignas antiimperiales, tradiciones milenarias en las que se nos muestra un matrimonio de conveniencia entre adolescentes, gente cosechando campos de trigo, escenas maritales entre una agente del servicio secreto y un ejecutivo que solía tomarse un bol de cereales azules para desayunar… es un cuadro costumbrista de la primera mitad del siglo XX.
En el tercer capítulo de esta segunda temporada, Mon Mothma se deja llevar por la catarsis del estrés y la depresión y se desmelena bailando al son de “Niamos”, un remix tecno del tema que sonaba de fondo en la primera temporada cuando capturaron a Cassian Andor en el Benidorm espacial. ¿Es un buen tema? Sí ¿No suena a Star Wars ni de casualidad? También. Tal vez lo podáis considerar como un elemento disruptivo que pretende evolucionar la visión que todos tenemos de la franquicia, alejándonos de la orquestación. Pero si la serie no va ni de jedis, ni de la fuerza, ni de rebeldes… Si tenemos un buen producto sobre funcionarios, políticos, refugiados y casamenteras millonarias… A lo mejor no hubiese estado de más algún late motiv de la banda sonora original para asociar este producto con el resto de la saga.
¿Comparte Andor universo con el General Grievous?
Nos lo quieren vender así, pero ni de coña.
¿Comparte Andor universo con monos-lagarto kowakianos?
Jajajaja, Tony Gilroy no sabe ni qué cojones es eso.
Lo dejo por aquí. A lo mejor la semana que viene me retracto, pero habiendo visto una primera temporada y los tres primeros de esta segunda… La cosa sigue oliendo a muerto.
¡Gracias por leer!
👇MÁS EN EL BLOG👇
SUPER 8
El grupo de chavales, las bicis, los walkie-talkies… Parece que son algunos de los detalles que conforman el libro de instrucciones para una película coming-of-age de ciencia ficción de los 80. La Amblin nos ha dejado impreso en la memoria ese suburbio de clase media, con casas ajardinadas, amas de casa alimentando a una familia numerosa y al mejor amig…
A lo mejor es una serie que inicie una etapa más crítica/filosófica de Star Wars y sus productos.
Entiendo que es mucho más fácil lidiar con un presupuesto sin aliens y sin criaturas alienígenas que con humanos que usen vestimentas iguales/similares.
Pero si esto hace que los fanáticos se replanteen qué tiene que tener una serie o un producto fílmico para ser del universo de Star Wars, a lo mejor se ponen más críticos con más reglas de ese universo y empiezan a querer consumir productos más complejos.
Por mi parte, a mí sí me gusta el contenido político y serio que implica no ser un usuario de la fuerza y tener que armar esa rebelión. La primer temporada la vi varias veces, y me sigue interesando ver como se desarrolla esa idea medio olvidada de que el universo Star Wars para el episodio IV los Jedi son como un mito.
Más allá de lo lento y palabrero que sea la serie Andor, creo que puede ser una puerta para explorar audiovisualmente ese camino hacia el episodio IV, al fin y al cabo la rebelión no la empezaron los jedis, incluso en la serie Rebels es gente común la que ayuda a varios usuarios de la fuerza a huir o esconderse (algo que también se muestra en la serie Obi-wan).
Entonces, volviendo ¿Qué es lo que hace Star Wars un universo? ¿La presencia de usuarios de la fuerza? ¿Los sables de luz? ¿Los alienígenas? ¿Planetas desérticos? ¿La rebelión/República/Nueva república? ¿El imperio/ La Primera Orden? ¿Los Stormtrooper? ¿Los clones?
Creo que sí, la serie permite hacernos preguntas que (si se llegan a pensar, reflexionar y plantear en quienes crean y quiénes consumen productos de Star Wars) pueden ser un camino para enriquecer a este universo que a nivel de películas se estaba aferrando mucho a elementos clásicos para burlarse de ellos (sables, entrenamientos, habilidades sacadas de la nada, conexiones inentendibles y olvido de "origenes" que confirmaban esos elementos ej: midiclorianos/conexión esperitual o mística con la Fuerza).
Un ejemplo para graficar esto fue la serie The Mandalorian, dónde en las dos primeras temporadas estamos con un mandaloriano medio mercenario que elige proteger a un usuario de la fuerza hasta entregarlo a un maestro. Y está relación sutil, voluntaria y con bastante coherencia con personajes y elementos clásicos de Star Wars funcionaba bien a nivel narrativo en su contexto y mundo de serie. (Creo recordar que los únicas espadas láser son la del antagonista y la de Luke)
Luego de eso, por aferrarse a la estética de Grogu (y a sus productos) llegamos a un Grogu con armadura, y en el camino el sable oscuro destruido como si nada perdiéndose para siempre (y ni me quiero imaginar de que va a ir la nueva película).
De momento a mi Andor me sirve para tratar de entender esa rebelión sin jedis y esa esencia del episodio IV de una galaxia sin usuarios de la fuerza saliendo de todos lados.
Tal vez sea un paso para volver a darle ese valor especial que tenía un usuario de la fuerza y la importancia que se debía dedicarle a su educación/entrenamiento.
O no.
Que se yo, elijo creer.
No me había percatado que en la cárcel son todos humanos, tenés razón! Esto demuestra que uno realmente se olvida de que está en el mundo de Star Wars y entonces no llama la atención lo terrenal que es.
A mi la primera de Andor me gustó, pero porque es un producto inteligente, es una serie de espías y como decís no tiene sabor a Star Wars en lo absoluto pero la pude disfrutar igual al tener las expectativas por el piso.
Con esta segunda parte, pasó tanto tiempo de la primera que ya perdí el hype que podría haber tenido y además venimos de ver tantos productos mediocres que nada de Star Wars me emociona. Pero si decís que al menos la calidad se mantiene quizás debería darle una chance, voy a esperar a que esté completa. Gracias por la review, Marc!!