El grupo de chavales, las bicis, los walkie-talkies… Parece que son algunos de los detalles que conforman el libro de instrucciones para una película coming-of-age de ciencia ficción de los 80. La Amblin nos ha dejado impreso en la memoria ese suburbio de clase media, con casas ajardinadas, amas de casa alimentando a una familia numerosa y al mejor amigo del hijo mediano, walkmans hasta en la sopa, un Ford Sportsman con paneles de madera en las puertas aparcado delante del garaje... Veranos twainianos en los que un suceso inesperado, que lejos de romper con el aburrimiento de un miércoles de agosto, desencadena una serie de eventos que terminan con una pandilla de amigos o bien encontrando un tesoro en unas galerías subterráneas que pasan por debajo de un campo de golf, o bien descubriendo a un asesino en serie que resulta ser el vecino mirón de enfrente, o tal vez descuartizando a un ente sobrenatural que vive en el alcantarillado de la biblioteca municipal. Todo ello aderezado con un drama familiar, una hermana mayor enamorada de un niño de papá con descapotable, escapadas al cine para meterse mano con la chica nueva de la pandilla, matones que irán desde ser humillados por los protagonistas hasta ser masacrados por un alienígena que se ha escapado de un laboratorio, y nerds cuyo conocimiento en zombis puede salvar al pueblo de un invierno nuclear porque unos rusos quieren montar una base miliar secreta en la escuela del condado.
No hay abanico más amplio que el sinfín de posibilidades que otorga una buena aventura veraniega en los manidos 80 de la campiña norteamericana. Y es precisamante por ello que, cuando se repiten varias de estas fórmulas en un claro homenaje a las cintas originales en productos actuales, analizamos cuáles son los elementos que se copian unos de otros para replicar el éxito.
Netflix ha tenido grandes aciertos en lo que a productos originales se refiere, pero todos se quedan detrás de Stranger Things. Los Hermanos Duffer han exprimido su drama de ciencia ficción hasta la náusea, inspirados por las películas de terror de los 80 y Dungeon & Dragons. Ellos mismos han declarado en varias ocasiones que su influencia más destacable es Steven Spielberg y, en particular, han señalado una película en concreto: Super 8, dirigida por J. J. Abrams y producida por el mismo Spielberg. Textualmente, los Duffers dijeron lo siguiente en el podcast Happy Sad Confused:
Queríamos recuperar ese tipo de narración más sincera, no irónica, de aventuras y familiar, que parecía haber desaparecido —con la excepción de Super 8, nadie lo estaba haciendo. Y Super 8 fue algo puntual. Me encantó Super 8, pero luego simplemente desapareció. Nadie más siguió por ese camino. Y sí creo que había —o eso esperaba— un interés por este tipo de narrativas, así que, más que nada, eso es lo que intentamos: mantenernos en esa línea.
Y, por lo que se ve, lo de “mantenernos en esa línea” se lo tomaron al pie de la letra.
Cualquier espectador que haya visto ambos productos, con nulo conocimiento cinematográfico, puede ver que Stranger Things y Super 8 son un calco. Y, como Super 8 se estrenó cinco años antes que la serie de Netflix, me atrevo a decir que Stranger Things es un refrito de la película y que sin ella los Duffers nunca hubiesen hecho la serie.
Ambos productos están protagonizados por una pandilla de preadolescentes apasionados por el audiovisual que se ven envueltos en una conspiración alienígena a lo Cuarto Milenio auspiciada por el ejército de los Estados Unidos. Tanto Joe Lamb como Will Byers provienen de una familia desestructurada; el taciturno policía del pueblo ha sufrido una pérdida irreparable que dará comienzo a un viaje de redención consigo mismo; un triángulo amoroso entre la chavalada; y, claro está, todo enmarcado dentro de la aparición de un monstruo de origen desconocido con el que el gobierno ha estado experimentando en secreto.
Toda la acción tiene lugar en el mismo contexto histórico y en el mismo plano urbano. Es cierto que Stranger Things apela más a la nostalgia con todas las referencias y guiños que introduce en sus más de 35 horas de metraje, pero Super 8 comprime la misma historia en menos de 2 horas y a un ritmo totalmente delicioso. No deja caer al espectador en ningún momento y te atrapa desde el primer minuto, cosa de la que Stranger Things se ha ido resintiendo con el paso de las temporadas.
A lo largo de Super 8 se van sembrando varias armas de Chéjov que hacen que la historia sea circular y que se te quede esa sensación de satisfacción con el final: la cámara, los cubos blancos y el medallón de la madre de Joe. Stranger Things ha estirado tanto el chicle que ya ni siquiera recuerdo de qué iba la cuarta temporada, tras tres años de espera para que se desvele el gran final.
Y, lo que me parece más descarado de todo: en la tercera temporada de la serie copiaron prácticamente la misma idea conceptual del alienígena de Super 8, “Cooper”, para crear el diseño del Azotamentes. Joder, el diseño de los demogorgon ya estaba bien, podrían haber hecho alguna iteración sobre el mismo y no fusilar a la criatura arácnida de cuatro extremidades.
En lo que no pudieron igualar a Super 8 fue en la banda sonora, que acompaña cada momento con tanto sentimiento y cariño que, con tan solo recordarla, se me encoge el corazón. Es tal la cantidad de emociones que transmite la escena final acompañada por “Letting Go” que solo se puede experimentar verdaderamente viendo la peli en casa desde el sofá y en pantalla grande. Stranger Things puedo verla desde el móvil de camino al trabajo y no noto la diferencia.
Para terminar, os dejo algunas de las piezas de Super 8, compuestas por Michael Giacchino, del que hablé en mi post del lunes. ¡Gracias por leer!
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EL ARTE DE MICHAEL GIACCHINO
A lo mejor a alguno de vosotros os suene el nombre e incluso conozcáis parte de su obra, porque el tipo tiene toda una carrera con grandes títulos a sus espaldas. Sin embargo, habrá otros que tal vez no hayan oído hablar mucho de él. Todos estamos hartos de escuchar los mismos nombres en la industria:
La he visto 3 veces y me das ganas de verla una cuarta y una quinta.
Super 8 es un peliculón como la copa de un pino. Y Stranger Things si se hubiese quedado en la primera y maravillosa temporada, hubiese sido la hostia, pero ya sabemos que hoy en día hay que estirar el chicle de cualquier cosa hasta la nausea y...